El estagirita estaba sentado en el césped (de un verde como ninguno que hay en la tierra) cuando lo vio bajar rebosante, cargado de acto. Pero hilemórfico. Se postró en tierra-todas sus aporías estaban resueltas. Abrahám, aquel judío necio tenía razón después de todo. Había venido por ellos. Él no esperaba que le tendiera la mano.
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