abril 14, 2010

Bien, Felicidad y Filosofía (las tres con mayúscula)

Para mi amigo Gabriel

Una vida no reflexionada no merece la pena ser vivida (Sócrates)

¿Qué es el Bien? Es evidente que todos los hombres desean ser felices. Todos buscamos la felicidad así como todos buscamos el bien. La felicidad es para nosotros no un bien cualquiera sino el Bien. Si se nos diera a elegir entre dos bienes, y uno de ellos fuera la felicidad, sin duda elegiríamos la felicidad, aunque la segunda opción fueran tres billones de pesos o casarse con una Bar Rafaeli. Evidentemente todos queremos elegir la felicidad, la verdadera pregunta es ¿Qué es la felicidad?

Es imposible responder a esta pregunta como se responde a una pregunta cualquiera. El bien que nos traemos entre manos aquí es demasiado solemne para ser abarcado en unas pocas palabras. No es la misma alegría la que da un gol del santos, o unos tacos ocampo que la que da el nacimiento de un hijo. Mientras mejor es el bien que alcanzamos menos nos alcanzan las palabras para expresarlo. Además para responder a esta pregunta hay que tener en cuenta que mientras más elevado es un bien más calidad humana necesitamos para apreciarlo. Un ladrón es incapaz de apreciar el bien de la justicia, un mentiroso el de la verdad, un depravado el de la inocencia. Un mezquino el de la valentía… y la lista puede seguir. Mientras más humanos somos más capaces somos de reconocer el bien real, mientras más animales, más incapaces.

Pero, ¿que hacemos? Si no podemos dilucidar en que consiste la felicidad, ¿como podemos ser felices? Si hemos dicho que la felicidad es el Bien Último, entonces lo que tenemos que hacer es conquistar poco a poco, y de menos a más, el Bien último. La conquista de la felicidad no es un acto aislado y sencillo sino que es una búsqueda, una travesía llena de esfuerzos: las mejores cosas de la vida cuestan (si la vida te está resultando sencilla a tus 21 años es que vas por mal camino). La comodidad no es sinónimo de felicidad ¿Cuántas veces nos hemos sentido infelices en una cama perfectamente blanda un domingo por la mañana? ¿Cuántas veces nos hemos sentido pletóricos porque hemos sido capaces de esforzarnos por conseguir una meta alta, un ideal humano? Si una novia es fácil de conquistar tendemos a despreciarla, no queremos a una mujer fácil por esposa, buscamos a una mujer que sepa darse su lugar.

Abordemos la cuestión desde otro punto de vista: ¿Si todos queremos el bien, porque no todos somos felices? No somos felices porque no somos inteligentes a la hora de decidir. Generalmente tomamos nuestras decisiones en función de lo que se nos antoja y tendemos a aspirar a bienes de menor talla que no satisfacen completamente. Es decir, no sabemos distinguir los bienes reales de los bienes aparentes. Cuando se nos antoja algo se nos presenta como un bien, pero necesitamos de la inteligencia para poder decidir si ese bien que se nos antoja es verdaderamente un bien o es solo una apariencia de bien. Si aun perro le pones un filete envenenado se come el filete, si a un hombre lo pones delante de un corte envenenado, aunque no haya comido en tres días, no considerará la opción.

Es un error identificar la felicidad con el éxito. La felicidad es un bien que se tiene poco a poco, de menor a mayor. El éxito es un bien que no se tiene hasta que se alcanza, y además es muy contingente, en el fondo confundir al éxito con la felicidad es buscar que los demás reconozcan el valor que tiene uno como persona, pero eso en último término no depende de lo que haga uno sino de los demás. Por mejor persona que sea si los demás no son capaces de apreciarlo nunca voy a ser reconocido. Ser reconocido no es lo mismo que ser bueno. Ser reconocido es accidental, e innecesario para ser feliz, plateémoslo de este modo ¿Qué es mejor, ser reconocido o ser feliz?

También es un error confundir la felicidad con el poder, el poder es solo una herramienta para alcanzar más cosas, pero si no se sabe lo que se quiere, ¿qué se hace con todo ese poder? ¿No es más sensato encontrar lo que se quiere y luego adquirir el poder justo para alcanzarlo? ¿No nos ahorraría esto tiempo y molestias? Imagina la historia de un hombre que envejeció buscando el poder y luego no supo que hacer con el, que vida más frustrante.

Para ser feliz hay que ser honesto consigo mismo, y esto en cierto sentido, es hacer filosofía. La filosofía no es otra cosa que la búsqueda teórica de eso a lo que todos aspiramos, el Bien. Conforme se va subiendo de nivel humano, cada vez va siendo necesaria cierta honestidad intelectual. A veces el bien exige que renunciemos a cosas a las que estamos muy apegados o que nos apetecen mucho, y tendemos a auto engañarnos para justificarnos. Ser un buen hombre no es ni cómodo ni fácil, exige honestidad intelectual, contemplar las cosas como son en realidad; y contemplar las cosas como son en realidad no es otra cosa que hacer filosofía.

La ética es la parte de la filosofía que se encarga de contemplar las cosa tal y como son en relación con nuestra voluntad y la búsqueda del Bien. En realidad, cuando decimos que una persona es muy ética queremos decir que suele ser muy honesto a la hora de distinguir entre el bien aparente y el real. Actuamos éticamente cuando actuamos correctamente, conforme a la verdad de las cosas. La ética y la filosofía son herramientas para dirigir adecuadamente nuestras vidas hacia la felicidad. Sólo cuando comenzamos a alejarnos del bien real comenzamos a exigir certeza a la filosofía (aunque la tiene, y en mayor grado que las demás ciencias) porque en cierto sentido nos engañamos. En realidad no es un problema científico es una cuestión de autoengaño: mientras más nos dejamos llevar por los vicios más tendemos a rehuir de la realidad porque la realidad nos dice que lo que hacemos no es lo correcto. No queremos ver el bien real porque sabemos que no lo perseguimos. Y huimos más adentro, hacia la obscuridad, hasta convertirnos en bestias que no razonan. Cuando sabemos que obramos mal solemos correr de vuelta a la caverna.

Los filósofos solemos decir frases muy obvias, todos los párrafos anteriores pretenden justificar la siguiente obviedad: El hombre está hecho para vivir en la realidad, sólo ahí puede alcanzar su felicidad.

Es frecuente oír quejas de intelectuales por lo mal que estamos, por lo mal que va la sociedad. Es evidente que en esta época las cosas no van muy bien, es muy habitual que la gente escape de la realidad para escapar de la incomodidad (no sólo física, también psicológica y espiritual). Tendemos a interrumpir nuestro pensamiento para no tener que comprometernos con nada, por eso huimos de los bienes grandes y magnánimos que requieren sacrificio y pretendemos conformarnos con bienes de menor escala. Que no queremos pensar, que no queremos acudir a la realidad de las cosas, que nos quedamos en las apariencias, ya lo señaló perfectamente Heiddegger: “Lo más grave de esta época grave es que aún ni pensamos”. La sociedad exige a la juventud honestidad intelectual y compromiso vital con los bienes más altos a los que puede aspirar el hombre. Basta ya de autoengañarse, basta ya de vivir en la mezquindad y la superficialidad ¡Volemos alto! ¡Pronto! ¡Ya!