diciembre 08, 2009
La interseción de santo Tomás
diciembre 07, 2009
Empirismo supino
noviembre 09, 2009
La encarnación venezolana del bolivarismo
No hay nada más adecuado para el neoliberalismo en América Latina que la llegada de gente como Hugo Chávez al poder. El señor Chávez con su gorro de mariachi, su canal de televisión propio, sus citas con modelos y sus automóviles lujosos, resulta una reducción al absurdo, o mejor dicho quizá, un portavoz erróneo del bolivarismo. Tras recorrer el continente en guitarras y poesía, en corazones de hombres valientes, en ideales aparentemente nobles, el bolivarismo terminó por esfumarse, se disolvió en una figura mediática, en un hombre barbudo de ojos soñadores que recorre el mundo pintado en camisetas de todos colores. El otro lugar a donde fue a parar fue a boca de los tiranos, que disfrazando su ansia de poder en interés por el pueblo, prostituyeron el ideal de los poetas y lo utilizaron para llegar al poder y ensartarnos con su “limpia república verbal” (Benedetti). Tomaron algo bello, y lo transformaron en medio. Hicieron de las canciones mentiras y de las esculturas martillos. Usaron la cultura en contra del hombre y terminaron por matar parte de ella. El bolivarismo murió cuando dejó de formar parte de la cultura latina.
Yo soy joven y latino; debería ser más bolivariano.
Me emociono; algo se despierta en mi espíritu cuando Silvio Rodriguez canta a la madre revolución. Encuentro ridícula e incomprensible la actitud de Estados Unidos con respecto a América Latina durante la segunda mitad del siglo pasado. La historia del Che me conmueve. Encuentro casi poético que en medio de un siglo completamente tibio e indiferente aún se den mártires de ideales. No tendría problemas en llevar barba y pelo largo. Me resulta casi irresistible convertirme en adicto al mate y me encantaría recorrer en motocicleta el continente.
Sin embargo, no soporto, no puedo ver, la miseria en que viven los cubanos. No soporto los palacios de Fidel y el silencio de los intelectuales. Es una ironía que el Che muriera para que una mujer cubana se prostituyera por unos pantalones de marca. Se me podría replicar que en México muere más gente de hambre que en Cuba; contestaría que el problema es que en México nunca nos engañaron, nunca nos prometieron igualdad. Encuentro aún más perverso prometer Disneylandia a un niño y llevarlo al dentista que no prometerle nada en absoluto.
Soy joven y latino, debería ser más bolivariano, pero no lo soy. No lo soy porque la realización del ideal es un asco. Es repugnante. Lo es porque representa la prostitución de un sueño (acertado o no). Es una ironía poco simpática.
Cuando Hugo Chávez, con su papada negra, sus labios simiescos y su verborrea barata se pone a proclamar una revolución bolivariana; me doy cuenta de que el ideal de mi generación anterior es sólo un vestigio. Se necesitaría un literato mejor que Benedetti para componer una oda a Chávez. Por supuesto que Chávez es sólo el ejemplo más acertado de lo que quiero expresar, espero que se sobre entienda que dentro del esquema anterior caben perfectamente individuos como Manuel Zelaya, López Obrador, Juanito, Rafael Correa etc…
Tengo la esperanza que Chávez siga impulsando la revolución bolivariana, sin saberlo está produciendo en el fértil suelo de la cultura latina una verdadera revolución de ideales. Los latinos somos soñadores. Ya va siendo hora de cambiar el sueño. De transformar, como siempre, la pesadilla en maravilla.
octubre 09, 2009
Jonás, el mártir
Siempre fue muy coherente con lo que pensaba. Y muy rebelde; de pensamiento libre, alejado de las garras de los curas y del sistema. El viento se sentía frío allí arriba del rascacielos.
No sintió miedo. Él había vencido al sistema. Toda verdad es relativa y el iba a demostrarlo al surcar los cielos con el poder de su voluntad.
Cuando sus compañeros anarquistas –un poco más moderados-contemplaron a Jonás con las tripas de fuera pegadas al pavimento y los huesos a la vista, nombraron al camarada Jonás el primer mártir del relativismo. Ahora cada seis de junio se celebra una pequeña ceremonia en su honor.
octubre 02, 2009
Regiones de Luz
Para Papá y Mamá, Jesus Aarón e Iso, y Gil.
-------------------------
Varones que llegan cansados después del trabajo
comida casera; cocinada como para Dios.
niños callados en misa. Corazones dulces
regiones de luz. Dorados claros. Amables y sutiles.
Un rinconcito para crecer en este mundo decadente.
De pie desde el primer momento.
Soñando nada más tocar la almohada,
medicina en el torrente sanguieneo de la cultura.
¡Como cuesta; pero, cuanto vale!
¿No fue una mañana de Martes, cuando te diste cuenta que el mundo no se cambia con revoluciones? Hizo falta quién te enseñara que las reformas están hechas de coloides de oro: granillos de arena.
septiembre 29, 2009
Efimeridad
---------------------------------
Te vi y la idea me pegó de frente. Me di cuenta de que somos sueños perdidos en el infinito, una estrella fugaz.
Esa pupila negra con azul perdida en el vacío eterno, cansada de mirar atardeceres, me hizo levantar la vista y darme cuenta que la vida se me va a cada respiro, en cada parpadeo. Se va y punto: con el tiempo no hay negociaciones ni regateos.
Perdido en tu piel cansada de sonrerir, de surcos- a estas alturas ancestrales- me vi a mi mismo sentado a la sombra del nogal tratando de abrochar mis agujetas. En el triciclo azul. Jugando a los Dinosaurios, y a "la trais" y en mi primer dia de clases.
Y de pronto así de golpe, me ví parado aquí, con la vida por delante y las esperanzas en la mano. Es una sensacion nueva, una bestia de dos caras que asusta y atrae al mismo tiempo. Tan inexpugnable que parece una bella poesía, una ironía perfecta, el agridulce maestro.
Siento tantas cosas que estoy cansado de sentir, y el concepto de la vida fácil se derrumba como el hada de los dientes, el ratón, y santa claus.
Vivo en un instante, soy un destello, una mezcla de misterio y claridad. Soy tan poco comparado con el tiempo y el espacio que no me queda más refugio que vivir, cada instante, cada minuto, cada momento que no vuelve como el último. Tengo; quiero; debo vivir como hombre.
Sí,cresco, pero contra mi voluntad nunca más, es un reto que acepto. Mi compromiso: O se toma al toro por los cuernos o se esta entre las patas.
septiembre 06, 2009
Lineas rectas y pulsaciones.
Para los geómetras un linea no es más que un conjunto de puntos; pero este verano yo he comprobado,una vez más, que la vida es muy diferente a las matemáticas.
Nuestra vida, como bien notó un grafitero regiomontano se desenvuelve en instantes: somos instantes. Así nos transcurre la vida. El instante en que me lavé lo dientes en la mañana, el instante en que desayuné un miserable pan con mantequilla (como se extrañan los desayunos mexicanos), clases, unas birras por la noche y de pronto;otra vez el instante en que me voy a la cama. Entonces, acostado divagas y parece que la vida es también un instante comparado con los instantes que forman la recta del universo. Y uno se asombra de lo viejo que es el tiempo y después le viene está idea. La vida viene en pulsaciones: la continuidad no es más que un idealismo. Y si se estudia filosofía, o se está lo suficientemente loco como para seguir divagando por estos vericuetos, se aprecia de inmediato la falacia. Es necesaria la recta. Es tan real, o más que los supuestos instantes. Vivir en línea recta unifica y ordena todos los instantes que llegan sin razón aparente y dá sentido al aparente caos de la vida. Además vivir en linéa recta es una elección. Lo demás es dejarse llevar por la corriente de momentos.
mayo 11, 2009
Práctica VII: La mejor historia de otro
El polvo se pegaba en la frente y las mejillas sudorosas de los ciudadanos y creaba una especie de lodo muy molesto. Sin embargo, la curiosidad siempre vence a la comodidad. Ni la tierra ni el calor eran capaces de provocar que la multitud se refugiara en sus casas. Aquel día, iba a desfilar por la ciudad el ejército revolucionario más importante del norte de México: La División del Norte.
Se escuchó, cada vez más cercano, el galopar de los caballos. Hubo murmullos entre la multitud. Por el extremo sur de la calle entraba el contingente revolucionario encabezado por el general Pancho Villa. Algunos de los presentes, los mejor vestidos, se inquietaron un poco. Sonreían nerviosamente a sus mujeres garantizándoles que no correrían ningún peligro. Otros cuantos se pararon de puntillas para ver con más claridad.
Guillermo Covarrubias, un niño de siete años, tiraba del pantalón de Don Manuel, su padre. Le insistía con su voz aguda en que lo sentara sobre sus hombros. Se advertía con claridad en sus ojos grandes y negros, la ilusión y la curiosidad propias de los niños. Brillaban.
–Ándale, papá, ¡cárgame! Quiero verlo de cerquita.
–Que no, Memo, ya te dije que puede ser peligroso. Ya hice bastante con sacarte a la calle.
Guillermo retorcía sus manos, y las apretaba con fuerza, estaba ansioso. Intentó pararse de puntillas para ver como su padre, pero resultó inútil. Se tiró al piso, e intentó mirar por debajo de las piernas de los aglutinados. Se arrastró hacia la fila del frente y se perdió de la vista de su padre. Cuando don Manuel se dio cuenta de que había perdido al niño procuró mantener la calma. Comenzó a gritar su nombre y a preguntar a los que estaban a su lado si lo habían visto. De pronto, se hizo un silencio repentino. En esos momentos Pancho Villa pasaba justo por delante de don Manuel.
La apariencia física de Villa y los rumores sobre sus acciones ofrecían datos muy contradictorios. Regordete, bajito, y moreno, Pancho Villa no era precisamente la encarnación de un héroe legendario. Tenía las cejas delineadas de manera natural, y debajo de ellas se encontraban dos ojos minúsculos y negros que se entrecerraban cuando miraban con severidad. Intimidaban. Usaba sombrero habitualmente y llevaba el bigote muy poblado. Le colgaban de los hombros dos bandas de municiones que se cruzaban en forma de x en el centro del pecho, por encima de la barriga. Pero a pesar de su físco, aquel bodoque tenía un genio militar incomparable, había sorprendido con acciones muy novedosas al ejército contrincante y se había convertido en el dueño del norte de México en muy poco tiempo.
Don Manuel vio que Memo saludaba desde arriba de una estatua al general y se quedó tieso, no le salía la voz. Villa miraba a su hijo con los ojos entrecerrados. Desmontó con agilidad de su caballo y se aproximó al niño. Avanzó con velocidad entre la multitud que le abría el paso asustada y se detuvó al pie de la estatua.
Los presentes esperaban lo peor. Algunas mujeres musitaban oraciones, y los hombres se secaban el sudor con sus pañuelos. En la ciudad se habían escuchado muchos rumores negativos sobre Villa. Decían que tenía un humor muy de cantina, que presumía de su hombría y que llamaba maricones a los militares del Ejército Federal. Que abusaba de las mujeres que no conseguía seducir, y que tomaba prestados los mejores caballos de cada ciudad. Que había sido un bandido antes de unirse a la revolución. Que le gustaba apostar en las pelas de gallos, y que mataba a la gente como si destapara una cerveza. Parecía ser el tipo de hombre que dispararía a cualquiera por haberle ganado en las cartas; como uno de esos bandidos que siempre atrapa el sheriff en las películas estadounidenses. Solo que en aquellos instantes no había ningún sheriff a la mano.
Villa se acercó al niño, y su mirada cambió. La mirada y la voz se le suavizaron. Se dirigió a Guillermo con una sonrisa de media boca.
–¡Bájate de allí, chamaco cabrón!, ¡que te vas a pegar! ¿Dónde están tus papás?
Villa ayudó a bajar a Guillermo con suavidad. Después de dejarlo a salvo. Levantó la vista y se dio cuenta de que a la multitud que lo observaba atónita.
–¿Qué me ven, cabrones?–preguntó Villa. El general subió a su caballo y prosiguió su camino. Memo regresó con una sonrisa gigante a donde estaba su padre. Sería un héroe en la escuela. Villa le había llamado muchacho cabrón.
Don Manuel estaba paralizado. Abrazó a Guillermo que venía a su encuentro sin quitar la mirada de Pancho Villa. Lo miraba atónito, con la boca y los ojos muy abiertos.
La percepción de don Manuel respecto a Villa no fue la misma a partir de aquel suceso. Después de todo, los rumores también decían que respetaba a los sacerdotes y repartía grandes cantidades de dinero entre los desamparados. Como un Robin Hood mexicano. No se podía dudar de sus convicciones sociales, ni de su afán de justicia. Decían que era fiel con los que consideraba que merecían su confianza. Y que alguna vez estuvo profundamente enamorado de una mujer adinerada. No, Pancho Villa no era un forajido ni un héroe. Era un hombre normal, quizá un poco vicioso; pero sin lugar a dudas, los rumores caricaturizaban su personalidad.
mayo 06, 2009
El eterno retorno
Cuándo despertó veía desde muchas perspectivas un trozo de excremento que se le antojaba suculento. El corazón le latía con una violencia exagerada. Intentó avanzar y tropezó pues tenía más de dos piernas; aunque no podía verlas. Se arrastró como pudo por el suelo y sació sus ansias en aquellas heces de perro.
Sintió sed. Intentó alcanzar el charco que estaba a unos metros de distancia. Solo hasta verse reflejado en el agua se dió cuenta de su situación miserable. Se odio aún más pero ya no podía matarse. Entonces descargó su ira contra los hombres. Voló de vuelta hacia el excremento y cogió lo más que pudo. Depositó unos trocitos diminutos de mierda en el huevo frito que acababan de dejar en la mesa y se fue a importnuar otros desayunos.
mayo 02, 2009
Un problema de miradas
El problema que nos aqueja como sociedad, hoy en día, es un problema de miradas. No nos gusta que nos miren, pero no me refiero a mirada físicas, materiales. El problema no reside allí. Me refiero a un tipo de mirada más profunda, a una mirada espiritual. No nos gusta que miren nuestra intimidad. Por eso sólo hablamos de lo superficial, del clima, del futbol, o de las novelas. Pasamos tiempo con las demás personas, pero no las conocemos. Dividimos nuestra vida en diferentes ámbitos: el profesional, el familiar, el afectivo... y muchas veces estas esferas no se tocan entre si. Nos gusta ser alguién diferente en cada ambiente. Nos dividimos para ser invisibles.
Pero el problema no es principalmente que a la gente no le gusta que la miren. El problema es que la gente se ha olvidado de mirar. Vemos pero solo con los ojos, como maquinas. Vemos parcialmente las cosas, sin que nos mojen. Un sintóma muy claro es que hemos dejado de mirar a los ojos; y así, es muy fácil faltarle al respeto a una mujer, creerse superior que los demás, o dispararle a alguién. Las personas dejan de ser personas para convertirse en medios de la producción absurda de sus vidas.
De esta manera, ese misterio que se esconde detrás de la mirada de los niños se nos escapa. Los niños ya no nos redimen porque no los vemos a los ojos. Hemos olvidado que los verdaderos adultos son los que son como niños; y que la inocencia y la humildad no son virtudes políticamente incorrectas. Vivimos en una moral de apariencias. Una moral de esclavos.
No nos gusta que nos miren porque no queremos que vean lo que somos. No nos gusta mirar, no sabemos mirar, porque no tenemos eso que sólo tienen los niños. Una franca, y sincera aceptación de la incapacidad propia: Humildad.
abril 16, 2009
Impresiones sobre la ciudad eterna.
marzo 25, 2009
Práctica 4: Describir una calle.
Los edificios de la ciudad están repartidos en tres. Mirando al norte, los edificios de la parte izquierda están divididos en dos bloques, del otro lado hay un bloque de edificios que abarca toda la calle. A pesar de su división, los edificios presentan una característica similar. En la parte superior de todos ellos, las paredes exteriores están pintadas igual, esto unifica la tonalidad de la calle en un color crema amarillento como de polluelo. Algunos edificios tienen balcones exteriores de color granate, que sobresalen en medio de aquella uniformidad de tintes templados tan común en muchas calles de Pamplona. Los inquilinos colocan en sus balcones toda clase de objetos diversos y coloridos, entre otras cosas: una margarita metálica que gira sus pétalos azules, naranjas y verdes cuando sopla el viento; prendas recién lavadas expuestas al sol para secarse; un triciclo color amarillo chillón; un balón de fútbol; escobas; trapeadores, gatos de cerámica, y sillas colocadas estratégicamente para leer el periódico, o fumar un pitillo (o ambas cosas) con buen clima.
La parte inferior es más rica en colorido gracias a que las plantas bajas están alquiladas por locales comerciales. Las paredes de cada comercio buscan llamar la atención de los transeúntes, y rompen con la uniformidad cromática de las paredes superiores. De esta manera; el rastro de la esquina izquierda del lado sur de la calle, es de color blanco; la pescadería, gris pálido; el negocio de ropa para uso industrial, café mate; la carnicería azul claro… pero el local que más sobresale, es La Gavilla, un supermercado pintoresco de ladrillos rústicos que ofrece víveres a precios razonables.
Enfrente de la Gavilla hay un local en venta, el cual solía alojar al bar llamado Mi Ranchito. Cuando la gente se acerca en busca del elixir de malta que solía servirse allí dentro, aparece una mujercilla de cabellos blancos que pregunta si los buscadores de malta están interesados en comprar el local. Luego de que se le responde negativamente la mujer suelta un suspiro, y se queja de los efectos que provoca la crisis crematística en su economía familiar. Si los sedientos peregrinos continúan su búsqueda, encuentran algunos pasos más adelante, el bar Vista Bella. Don José, dueño y tabernero del bar, tampoco duda en renegar frente a sus clientes de sus carencias financieras. Fuera del Vista Bella camina una pareja, la mujer empuja una carriola que contiene un bello ejemplar de ser humano. Este se ríe cuando su padre agita su llavero frente a su cara. Dos niños (uno lleva la camiseta del Osasuna) vuelven a casa después de clases. Un atleta adelanta corriendo a la pareja de la carriola.
Predominan en el ambiente sonidos de automóvil (puertas que se cierran, y motores que se encienden o apagan) y muchas voces, voces de todas las edades, cargadas del acento local. Se escuchan las risas de un par de viejos que se encuentran sentados en el extremo sur de la calle tomando el sol. El viento mueve ligeramente la txapela (boina vasca) a uno de ellos, y el otro apoya las manos en un su bastón mientras conversa alegre con su compañero. Detrás de ellos en diagonal se avista el motivo de su estancia en la intemperie, un bello paisaje Pamplonés está disponible en aquel extremo de la calle. Bajo un cielo azul claro ausente de nubes, se distinguen montañas verde musgo, salpicadas de casas con tonalidad café. Sin embargo, es claro que este paisaje no forma parte esencial de la calle, es meramente accidental a la uniformidad de los edificios en Nicanor Beistegui con sus habitantes inevitablemente particulares.
marzo 04, 2009
Práctica 2: Describe el lugar donde mas tiempo pasas (500 palabras)
Otoño
Atraviesas con paso acelerado el piso de mármol de todos los días. Piensas, en la medida que caminas, que en el fondo ese lugar, tu lugar, no esta tan mal. Recuerdas que a los arquitectos les parece insultante el conjunto de candelabros que tu casi nunca notas en tu camino cotidiano. Quizá es por los vestigios de tu mentalidad romántica que el día de hoy, los encuentras perfectamente adecuados en el conjunto de la habitación, inclusive te apena que funcionen con focos y no con velas. Notas como el brillo del suelo da a todo el edificio un aspecto de limpieza inigualable por cualquier otro edificio de la universidad y como la suela de goma de tus zapatillas produce, una vez más, ese ruido que te parece tan gracioso. El recuerdo de los gansos en el lago del club de golf cercano a tu casa vuelve súbito a tu cabeza. Te fascina como el patio interior, en función de tragaluz, ilumina abundantemente a todo el edificio y sonríes imaginando que tu camino a la salida se asemeja a un paseo por el parque. A lo lejos se alcanza a percibir un olor a café y huevo frito. El barullo lejano de la cafetería es opacado por la animada conversación de los que caminan a tu derecha, y el sonido de los gansos en tu imaginación. El bedel te sonríe amablemente mientras deslizas tu carnet por el cuadrado negro que parpadea intermitente, escuchas con claridad el pitido cotidiano y las puertas de cristal se abren automáticamente. Avanzas con seguridad mecánica a la salida mientras buscas en tu bolsillo el mechero. Acercas el fuego a tu cara, y aspiras. El aire fresco del exterior te abraza por completo, y entonces, sólo entonces, dejas de mirar y observas. El otoño en Pamplona aparece insuperable para tu escasa experiencia.
De vuelta en casa lo mejor del año era el verano, con su cielo azul y el sol enérgico, brillando con su luz casi blanca. El sol te parecía legañoso cuando llegaste aquí en verano, salía muy tarde y emanaba un amarillo más perezoso, falto de personalidad, como si se levantara tarde y no le diera tiempo de avituallarse. Lo comparabas con tu sol semi-ecuatorial, y le decías a tus compañeros europeos que este sol, más que calentar, lo intentaba.
El cambio de estación te ha reconciliado con el sol. Te parece la tonalidad ideal para el otoño cuando baña a las ramas amarillas del jingo bilova, y a las hojas que este ha regado alrededor del césped aún verde. Le comentas a la rubia de tu derecha como los modestos arbustos, al centro del pequeño jardín, conectan con los enormes pinos a la izquierda y con el bilova a la derecha, formando un triangulo natural ¡Como si a la naturaleza le gustarán las matemáticas! Añades ante su indiferencia como parece que los brazos del edificio envuelven a la pequeña plaza, como si protegieran la colaboración entre la creatividad del hombre y la naturaleza. Te mira como te suele mirar el resto de la gente cuando tus cavilaciones exigen ser transmitidas y se gira para terminar su cigarrillo de espaldas a tí y al espectáculo que contemplas.
marzo 01, 2009
Práctica 1: Presentación de uno mismo. (400 palabras)
Me contó que era de México y que estaba un poco desorientado debido a su reciente cambio de residencia. Su sentido del humor, y la cerveza que me recomendó me parecieron suficientes para permanecer allí hasta que me terminara sus cigarrillos. Encajamos de inmediato porque compartíamos muchos gustos y cuando se le termino su paquete compré uno yo y le invite una segunda ronda. Coincidimos definitivamente en que Dostoievski es el mejor escritor ruso del siglo XIX y que el estilo de Chesterton es el mejor a la hora de hablar de cosas serias. No tenía mucha idea sobre el buen cine, pero si tenía mucha hambre de el. Alguna vez, en su primera adolescencia, fue un gran admirador del rock, y llego a practicar fútbol y esgrima (cosa que me resulto difícil de creer porque fumaba exageradamente). Después de la segunda carga de malta, me decidí a profundizar un poco más, me aventure a abandonar la charla informal propia de una primera aproximación y le pregunte que diablos hacía tan lejos de casa. La filosofía le parecía de manera intuitiva la carrera mas importante que hay que estudiar porque el pensaba que allí se encontraba el fundamento para cualquier clase de argumentación. Me contó que había comenzado siguiendo las huellas de su padre en la medicina, pero que en el fondo siempre había querido ganarse la vida escribiendo. Se levanto de pronto, me dijo que se llamaba Marcelino Covarrubias Sánchez-Mejorada y que tenía que irse porque en Belagua no les dejan llegar después de las 12.
Estamos de vuelta.
Sin mas por el momento.
Chelas