noviembre 15, 2011

Salvar el país


¿Qué te voy a contar yo? La cosa está dura. Apenas y nos da para el lunch de los chavos y yo me tengo que fletar la mañana sin desayunar. Ya sé vieja, ya sé que el pinche dinero no crece en los árboles. Pero no sabes como me dió coraje ver a aquel chavillo tatuado, abajándose con un mísero botesito de cartón, pidiendo misercordia. Ese chavo podría traer perfectamente un cuerno de chivo en vez de aquel bote y amedrentarnos a todos: yo le hubiera dado de todos modos tu chivo vieja. Era uno de esos chavos que andan bien metidos en la droga, pero que no sé como acaban saliendo y rehabilitándose ¿Pos qué no ves que pa los tiempos que corren ese chavo es un héroe?

¡Ay vieja! me moría de ganas de comprarte ese perfume que me dijiste que tanto te gustaba, el de la vieja esa tilica que malgasta el dinero en pendejadas. Pero no pude contenerme cuando vi a esos juniors burlarse de aquel chavo. Para mí que los malos somos nosotros, la gente normal, ¡cómo se ateven a humillar al que se humilla chingao! Esos chavos se merecían mínimo un filerazo entre las costillas, que los llevaran al hospital más caro de torreón y que sus papis, seguramente divorciados, se cagaran de miedo cinco minutos y luego soltarán un cheque bien gordo por la salud de su hijito, y que esa misma noche estuvieran de vuelta en casa con una copa de Buchannans dieciocho entre las manos sentaditos en su sillón de cuero café. Y que el pinche chavillo pendejo probará por una noche por lo menos qué significa estar jodido, qué significa la vida real.

Pero nada de eso pasó, ¿me entiendes? El pobre ex-drogadicto seguía teniendo el huevo reventado que le aventaron los pinches juniors en su camiseta; y yo el billete de quinientos que le acababa de cobrara a mi compadre Beto. ¡Pero no me pongas esas jetas carajo! ¡si acabamos de dar un pasito para salvar el país!