marzo 03, 2011

El vendedor frustrado


“Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él. Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza.” 
Rilke

Si se pude decir que el hombre es a veces contradictorio, esto mismo se puede decir con toda razón de Elías. El pobre tenía una consciencia moral tan fuerte que lo oprimía hasta asfixiarlo, lo encadenaba. El drama de toda su vida fue tener al mismo tiempo que sus cadenas morales, un "alma de poeta". No se podía conformar, no, él lo sabía bien, no era de los que podían conformarse con un simpático puesto en una fábrica de coches; o con un maletín pintoresco y un: “¡Buenos días señora! Vengo a ofrecerle ésta nueva escoba…”; lo supo desde pequeño, su vida tenía que ser grandiosa, o no podría ser en absoluto ¡Cómo odiaba a veces su carácter!, ¡cómo se desesperaba consigo mismo! Por eso terminó por negar un lado, el más incómodo, y desde entonces no se preocupó más y se dedicó a ser poeta.

Era un tipo listo, y lo sabía. Sin embargo no lo suficientemente listo como para saber que los genios no existen. Inocente se sintió único, incomprendido, genial, destinado a una vida bohemia de arrebatos y grandezas esporádicas. Se convirtió en el héroe romántico de París con su boinita y sus cafés agnósticos. Y conoció a un hombre que le resolvió la vida con tal de que, de vez en cuando, dijera un par de mentiras.

Pero un día se enamoró.

Y entonces ni las fábricas, ni las escobas, ni siquiera la idea de tener un jefe le parecieron tan malas. Y se volvió vulnerable, y se enteró de la vida real. Y un buen día, con los restos del apasionado romanticismo que le quedaban aún, sintió unas ganas tremendas de arrodillarse delante del hombre que le atendía en el banco, y pedirle perdón. Y besarle los pies. Y dejar la política. Pero era muy tarde, no servía ni para vender escobas.

marzo 01, 2011

Desventajas de la eficiencia


Con tan sólo diecisiete años, Jacobo era ya la persona más pragmática que habían parido las épocas. Decidió, en un golpe de luz, adelantar el resultado al que se supo encaminado desde siempre.
              
Sus padres lo encontraron colgado con pulcritud en la mitad de su habitación. Sus pertenencias personales estaban cuidadosamente guardadas al lado de una carta. En ella se explicaba meticulosamente porque era más ventajoso para la especie y la sociedad, que él, apenas en los albores de la edad reproductiva, cesara de existir. Los motivos no los expondremos porque la carta nunca se encontró. Aunque hay diversas teorías de diversos estudiosos, la que más convence a este humilde escritor de micro relatos es la que dice que su padre, en un arranque de impotencia, destruyó la carta. Pero eso nunca lo sabremos.