noviembre 09, 2009

La encarnación venezolana del bolivarismo

No hay nada más adecuado para el neoliberalismo en América Latina que la llegada de gente como Hugo Chávez al poder. El señor Chávez con su gorro de mariachi, su canal de televisión propio, sus citas con modelos y sus automóviles lujosos, resulta una reducción al absurdo, o mejor dicho quizá, un portavoz erróneo del bolivarismo. Tras recorrer el continente en guitarras y poesía, en corazones de hombres valientes, en ideales aparentemente nobles, el bolivarismo terminó por esfumarse, se disolvió en una figura mediática, en un hombre barbudo de ojos soñadores que recorre el mundo pintado en camisetas de todos colores. El otro lugar a donde fue a parar fue a boca de los tiranos, que disfrazando su ansia de poder en interés por el pueblo, prostituyeron el ideal de los poetas y lo utilizaron para llegar al poder y ensartarnos con su “limpia república verbal” (Benedetti). Tomaron algo bello, y lo transformaron en medio. Hicieron de las canciones mentiras y de las esculturas martillos. Usaron la cultura en contra del hombre y terminaron por matar parte de ella. El bolivarismo murió cuando dejó de formar parte de la cultura latina.

Yo soy joven y latino; debería ser más bolivariano.

Me emociono; algo se despierta en mi espíritu cuando Silvio Rodriguez canta a la madre revolución. Encuentro ridícula e incomprensible la actitud de Estados Unidos con respecto a América Latina durante la segunda mitad del siglo pasado. La historia del Che me conmueve. Encuentro casi poético que en medio de un siglo completamente tibio e indiferente aún se den mártires de ideales. No tendría problemas en llevar barba y pelo largo. Me resulta casi irresistible convertirme en adicto al mate y me encantaría recorrer en motocicleta el continente.

Sin embargo, no soporto, no puedo ver, la miseria en que viven los cubanos. No soporto los palacios de Fidel y el silencio de los intelectuales. Es una ironía que el Che muriera para que una mujer cubana se prostituyera por unos pantalones de marca. Se me podría replicar que en México muere más gente de hambre que en Cuba; contestaría que el problema es que en México nunca nos engañaron, nunca nos prometieron igualdad. Encuentro aún más perverso prometer Disneylandia a un niño y llevarlo al dentista que no prometerle nada en absoluto.
Soy joven y latino, debería ser más bolivariano, pero no lo soy. No lo soy porque la realización del ideal es un asco. Es repugnante. Lo es porque representa la prostitución de un sueño (acertado o no). Es una ironía poco simpática.

Cuando Hugo Chávez, con su papada negra, sus labios simiescos y su verborrea barata se pone a proclamar una revolución bolivariana; me doy cuenta de que el ideal de mi generación anterior es sólo un vestigio. Se necesitaría un literato mejor que Benedetti para componer una oda a Chávez. Por supuesto que Chávez es sólo el ejemplo más acertado de lo que quiero expresar, espero que se sobre entienda que dentro del esquema anterior caben perfectamente individuos como Manuel Zelaya, López Obrador, Juanito, Rafael Correa etc…

Tengo la esperanza que Chávez siga impulsando la revolución bolivariana, sin saberlo está produciendo en el fértil suelo de la cultura latina una verdadera revolución de ideales. Los latinos somos soñadores. Ya va siendo hora de cambiar el sueño. De transformar, como siempre, la pesadilla en maravilla.