mayo 02, 2009

Un problema de miradas



El problema que nos aqueja como sociedad, hoy en día, es un problema de miradas. No nos gusta que nos miren, pero no me refiero a mirada físicas, materiales. El problema no reside allí. Me refiero a un tipo de mirada más profunda, a una mirada espiritual. No nos gusta que miren nuestra intimidad. Por eso sólo hablamos de lo superficial, del clima, del futbol, o de las novelas. Pasamos tiempo con las demás personas, pero no las conocemos. Dividimos nuestra vida en diferentes ámbitos: el profesional, el familiar, el afectivo... y muchas veces estas esferas no se tocan entre si. Nos gusta ser alguién diferente en cada ambiente. Nos dividimos para ser invisibles.

Hemos confundido a la sociedad con una maquinaria. Ya no somos nosotros quienes creamos a la cultura sino la cultura es la que nos utiliza como partes para producir. Por alguna extraña razón, se ha arraigado en el corazón de los hombres cierta ansia de producir. La vida se entiende hoy como aceleración, movimiento. Pistones que suben y bajan por la explosión de la cultura. Pero cuando se apaga el motor, y toca descansar, cuando llega el momento de los paraqués. La gente se evade. Se intoxica con químicos y se mete en cuevas llenas de sonidos. Llenas de oscuridad, porque cuando hay luz, la gente se puede ver. La gente se encierra en antros durante toda la noche, para estar lo suficientemente cansada como para evitar las reflexiones previas al sueño; y para estar lo suficientemente intoxicada como para que su verdadera mirada sea visible detrás de tantas reacciones orgánicas.

Nos movemos como máquinas. Buscamos incansablemente, insaciablemente. Queremos producir algo ¿Qué?

Pero el problema no es principalmente que a la gente no le gusta que la miren. El problema es que la gente se ha olvidado de mirar. Vemos pero solo con los ojos, como maquinas. Vemos parcialmente las cosas, sin que nos mojen. Un sintóma muy claro es que hemos dejado de mirar a los ojos; y así, es muy fácil faltarle al respeto a una mujer, creerse superior que los demás, o dispararle a alguién. Las personas dejan de ser personas para convertirse en medios de la producción absurda de sus vidas.
De esta manera, ese misterio que se esconde detrás de la mirada de los niños se nos escapa. Los niños ya no nos redimen porque no los vemos a los ojos. Hemos olvidado que los verdaderos adultos son los que son como niños; y que la inocencia y la humildad no son virtudes políticamente incorrectas. Vivimos en una moral de apariencias. Una moral de esclavos.
No nos gusta que nos miren porque no queremos que vean lo que somos. No nos gusta mirar, no sabemos mirar, porque no tenemos eso que sólo tienen los niños. Una franca, y sincera aceptación de la incapacidad propia: Humildad.

3 comentarios:

Jose dijo...

Bien expresado.
Indiscutible.

Anónimo dijo...

claro. nadie quiere descubrir su intimidad, por miedo a ser rechazado o lastimado. "yo no te miro, o hago de cuenta que no te miro, y vos en cambio no me mirés a mi, y esa va a ser una hermosa amistad". hoy día pocos estan dispuestos a arriesgarse a ser como son y no ser aceptados. incluso tenemos miedode no estar a gusto con nosotros mismos, y buscamos a toda costa cualquier distracción, aún una compañía inútil, pero que nos proteja de nuestra intimidad."No nos gusta que nos miren porque no queremos que vean lo que somos", nunca mejor dicho

a.o. dijo...

Me gusta este post. Es muy parecido a lo que me gusta escribir.

Pero el que de verdad me encantó fue el de Roma. Como dice uno, es muy fácil de leer. Y es muy difícil encontrar esa fluidez. Se requieren horas y horas de lectura y trabajo intelectual.

Espero ir al UNIV -primera de muchas- en el 2010.