agosto 14, 2008

Breve explicación de la muerte del contador el jueves por la mañana.

Hay gordos que siempre han sido gordos, que son gordos en esencia. Hoy en día algunos más positivistas dicen que son gordos por genética. Parfenio Muñoz Nieto era uno de esos. Desde chico aficionaba apapachar a su paladar con toda clase de manjares, un sudor frio empampaba su frente cuando veía a la encargada de la cafetería preparar los molletes, y salivaba como si le estuvieran saliendo los dientes cuando un espectacular con comida (no importa la que fuese) le salía al paso en la calle. Resultaba muy interesante intentar explicar como le hacía Parfis (así le decíamos en la escuela) para producir sonidos porcinescos aún cuando solo estaba comiendo gelatina. En cuanto a sus pasatiempos eran también de gordito, le resultaba penosísimo subir cualquier loma por pequeña que fuese, y el deporte le gustaba solo cuando había una pantalla de cristal entre el y los jugadores, no obstante era bastante hábil para cualquier pasatiempo que no le exigiese esfuerzo físico, apasionado de los videojuegos, el ajedrez, el trompo y el yoyo en su infancia no encontraba rival que pudiese derrotarlo en estas disciplinas (no esta de más mencionar que su personaje de calabozos y dragones, gozaba de un gran prestigio entre los jugadores locales). Debido a que todo su potencial se concentraba en habilidades sedentarias, al terminar la prepa, Parfis decidió optar por un trabajo esencialmente inmóvil y estudio contaduría pública en la universidad local, desahogando todas sus energías en su triunfo profesional.

Ya mayor Parfenio tenía un trabajo como contador en una excelente empresa que se encargaba de producir estampillas postales de la más diversa índole. Contador riguroso, Parfenio desempeñaba un trabajo brillante yendo siempre mas allá de sus responsabilidades, reduciendo los costos de producción, ayudando a la empresa a pagar menos impuestos y vigilando celosamente las compras de la misma. Lo único que la compañía hacía por Parfenio -además de otorgarle su salario religiosamente cada quincena -era proveerle una silla y un escritorio reforzados (el primer mes rompió tres sillas y un escritorio) y otorgarle vales para hacer compras en esos supermercados de mayoreo a pesar de que Parfenio era soltero. Su carácter de gordito bonachón le había ganado la indiferente simpatía de todos los empleados de la empresa y no había quién no interrumpiera sus actividades laborales para degustar un dulce en el departamento de contaduría con Parfenio.

El día de su cumpleaños número 25 mientras soplaba en la soledad las veinticinco velitas de su pastel de tres pisos, Parfenio se dio cuenta que el ser humano es tan extraño que bien puede llegar a acostumbrarse a todo, y a pesar de que sabía que podía aspirar a más profesionalmente, y que en su temprana juventud había soñado con tener una bella esposa y tres hijos, se conformo con el mediano salario que le otorgaba la compañía de las estampillas y desecho por completo sus fantasías familiares. Lo curioso del asunto es que Parfenio no sintió como si el alma le dejará el cuerpo, ni siquiera se conmovió en lo más mínimo, esto fue debido a que este cambio llevaba gestándose desde su mayoría de edad cuando le regalaron ciertos libros de ideas vanguardistas y la ilusión de su juventud se topo de frente con la realidad implacable. Decidió pues, establecerse de una vez por todas y se conformo consigo mismo, compro una serie de revistas de decoración y se presento muy firme y decidido en el despacho del canario, un amigo de la infancia que había estudiado diseño interior, para proponerle una cantidad bastante razonable a cambio de decorar su casita en las afueras de la ciudad al estilo contemporáneo minimalista. Los ahorros de su vida laboral los gasto en lo que sería de ahora en adelante un excelente santuario occidental, lo acondiciono de todas las comodidades que un gordito pudiera exigir con 6 años de esforzados ahorros , de tal manera que su transito por la vida le resultara de lo más cómodo posible. Compró una banda eléctrica similar a la de los aeropuertos, que recorría todas las arterias principales de su residencia, y para rematar, mando construir un elevador en miniatura que lo llevara del primer piso al segundo de su casita. Ya con un lugar donde asentarse poco a poco fue ideando una serie de servicios que facilitarían su vida de una manera versallesca. Contrato a un Chef profesional que le proporcionaba desayuno y comida para llevar a la oficina y todos los días lo recibía con una cena excelentísima, ya pasados algunos quilos extra, Parfenio tuvo que contratar a una persona que le ayudase a ponerse la camisa y a calzarse los zapatos debido a que su abundante barriga le impedía agacharse. Esta de más decir que todo esto nunca mermo la economía de Parfenio, que siendo buen contador, siempre calculo hasta donde podían llegar sus caprichos sin que esto le afectara a su sedentariedad.

Habían pasado 10 años cuando Parfenio se vio forzado una vez más a reflexionar sobre su modo de vida, el hecho de que el director de recursos humanos hubiese sufrido un infarto debido a su sobrepeso y el constante bombardeo de los medios de comunicación, que por esas fechas se habían consagrado a combatir la obesidad que aqueja a muchos mexicanos, hizo que Parfenio recapacitara sobre su manera de comer y que por primera vez se hiciera patente el hecho de la muerte en su vida. De un tajo y con una resolución impresionante Parfenio decidió quitarse los 125 kilos de sobre peso que le exhalo una bascula antes de reventar. El miedo a morir le causaba un miedo tan profundo que visitó a una prestigiosa nutrióloga y se puso a dieta instantáneamente. ¡Ay! si Parfenio se hubiera dado cuenta antes de las ventajas de una vida equilibrada hubiera adelgazado sus 66 kilos de sobrepeso cuando tenía 23 años sin embargo esto no sucedió y sufrió tres meses de una dieta mediterránea que le mantenía un rugido implacable entre comidas. El día que iba a ver coronados sus esfuerzos la bascula solamente marco 3 kilos de más antes de acompañar a su desdichada predecesora. En vista de sus inútiles esfuerzos la nutrióloga recomendó a Parfenio una cirugía de reducción estomacal, este después de hacer rigurosas cuentas determino que el único camino que disponía era prescindir de los canales de deportes en la televisión de paga, y cambiar la gasolina Premium por Magna, de este modo en 45 años un lapso más corto resultaba imposible. La nutrióloga afligida por la desgracia de Parfenio decidió hacer una serie de rifas y fiestas en pro de la cirugía de Parfenio el cual para estas fechas ya le resultaba penoso caminar con sus propias piernas y utilizaba un bastón de hierro sólido que comenzaba a doblegarse. Después de tres meses la cantidad fue reunida y el cirujano conmovido por la situación de Parfenio decidió no cobrar honorarios.

Debido a su tremendo sobrepeso y a que el cirujano era recién egresado de la especialidad en cirugía plástica la cirugía se complico dejando a Parfenio comatoso por tres días. El día de su triunfal recuperación, despertó ordenando se le trajese inmediatamente una tina de gelatina de limón (Parfenio era consciente que por estar recién operado no podía comer cualquier cosa).Se le presentó al momento con el consentimiento del doctor que tenía una sonrisa maliciosa mientras asentía, no había comido Parfenio mas de 10 cucharadas cuando se sintió saciado al punto del vomito. La operación había sido un éxito, la implacable hambre de Parfenio se vio extinta por la ciencia del hombre y Parfenio derroto a los 125 kilos de sobrepeso que amenazaban su salud. No tengo palabras para describir la cara de satisfacción de Parfenio al ver marcar a la tercer bascula- que por lo demás no sufrió averías- cuando esta marco: “75 kilogramos, esta usted mas sano que un chiquillo”

La nueva vida de Parfenio iba viento en popa, el dinero excedente de los honorarios médicos fue donado a Parfenio para que comprar un nuevo guardarropa, este sin hesitar se fue a Nueva York dispuesto –por primera vez en su vida- a endeudarse hasta las narices. Cuando regreso de sus vacaciones vestía de una manera completamente diferente, los colores que había escogido para sus nuevas tallas además de sentarle de maravilla le delineaban la pellejuda silueta logrando un efecto bastante agradable para las secretarias de la oficina.

Llevaba Parfenio 7 meses de su nueva vida, cuando una mañana que salía a trotar un camión de helados que iba con exceso de velocidad golpeo con el pico del cono que traía en el capote la nuca de Parfenio arrebatándole la vida instantáneamente. Margarita Berrueto, su prometida, juraba ver una sonrisa de intima satisfacción existencial en la cara de Parfenio cuando lo vio en el ataúd carente de comodidades, que sería su nueva morada hasta el fin de los tiempos.

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